jueves, 3 de julio de 2008

Operación jaque

Como llena el alma y devuelve la esperanza ver a una madre reencontrarse con sus hijos después de tantos años de sufrimiento, de aislamiento, de encierro. No existen palabras para describir mi sensación al ser testigo practicamente en vivo y directo de alquel espectáculo maravilloso que supone a una madre abrazar a sus hijos y los hijos abrazar a su madre. Y pienso mientras veo esto: si los medios de comunicación trasmitieran más seguido abrazos y no asaltos, caricias y besos y no guerras y sufrimiento, las personas tendriamos más seguido la oportunidad de emocionarnos, de alzar los brazos y festejar en nombre de la vida el hecho de que hay madres en el mundo que aman a sus hijos, como Ingrid; que hay políticos de todas las partes del mundo que son sensibles y que son humanos ( porque en muchas ocacaiones tengo la duda irremediable de que las personas que se dedican a la política son extrarrestres y que viven muy lejos de donde vive la gente común).
Ver la liberción de Ingrid Betancourt nos ha dado la posiblidad a todos los seres humanos de ser testigos mediante los medios masivos de comunicación, aunque sea por una vez, de la maravilla del amor y de los sentimientos más nobles.
Angi

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